AREQUIPA, LA RAZÓN TIENE QUE PREVALECER
El Perú vive uno de los momentos más aciagos de su historia, por causa del COVID-19. Esta pandemia está desnudando todas las falencias no sólo del Estado, sino también de gran parte de la sociedad. Ante esta situación, nada ayuda el clima político de confrontación y disputa entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. El nuevo Congreso, que es el resultado de un golpe institucional, está demostrando que poco o nada le interesa la crisis sanitaria y económica. Solo velan por sus intereses y dejan de lado los intereses del país. Esta tensa relación impide la necesaria colaboración que debe existir entre ambos poderes para hacer frente a la pandemia.
El estar enfrentando a una crisis sanitaria producida por una enfermedad nueva, hace que el proceso de aprendizaje no sea tan rápido como quisiéramos. No obstante, se nota que hay improvisación en las medidas para contener la propagación del virus entre la población, especialmente en los sectores más vulnerables. Las grandes falencias en el sistema de abastecimiento de materiales, en el sistema de control de compras, de contrataciones y la logística, no ha permitido que las cosas lleguen a tiempo, sobre todo, en provincias. Otro gran error es no recurrir a las instituciones y empresas privadas quienes, por su capacidad, pueden ayudar a mejorar las condiciones de atención y recuperación de los enfermos del COVID-19.
En el plano económico, si bien es cierto, esta pandemia viene afectando seriamente todas las economías del mundo, en nuestro caso ya estamos inmersos en una de las caídas más grandes de nuestra historia. El Banco Mundial y serios analistas coinciden que en este año tendremos una caída de 12%, aunque algunos estiman que esta cifra puede ser mayor. El déficit fiscal puede escalar a un 10%, desde que la recaudación ha caído por la paralización de la economía. La pobreza monetaria según CEPAL puede retroceder un 50% del punto de partida, es decir puede alcanzar el 30%, la pobreza extrema que estaba antes de la pandemia en 3.7%, puede llegar al valor de 7.9%. Esto significa una década de pérdida. Un tercio de peruanos nuevamente estará en situación de pobreza.
En su historia republicana, el Perú ha tenido 4 grandes depresiones. Los tiempos de recuperación han sido variables. La gran depresión de 1929 demoró 4 años. El primer gobierno de Alan García, demoró 9 años. La guerra de la independencia, demoró 15 años y la guerra con Chile demoró 24 años. Para volver al nivel que tuvimos el 2019, que dicho sea de paso no fue bueno, demoraremos de 2 a 3 años. Esto está condicionado en gran medida a lo que pase en la economía mundial. El ser una economía pequeña (0.3% del PBI mundial) hace que lo que le ocurra a la economía global, nos afecte inmediatamente. Economistas muy reconocidos vaticinan la caída del potencial de crecimiento mundial, por causa de la geopolítica internacional. Esto retardará aún más nuestra recuperación. La guerra comercial entre EE.UU. y China, es también un factor en contra.
Por otro lado, no sólo se trata de variables exógenas. En la situación en la que nos encontramos, mucho tiene que ver la ineficiencia y la corrupción que está fuertemente enquistada en todas las instancias del Estado. Por ejemplo, en el caso de la lucha contra el Covid-19, no hubo una estrategia para aprovechar todas las capacidades que tienen nuestras FF.AA., las empresas, colegios profesionales, colectivos, etc. para trazar un plan de movilización, logística, abastecimiento, y la interoperabilidad de todo el sistema de salud. Se debió tomar los ejemplos de los países que tuvieron éxito en la contención de la pandemia. Por más que se vienen destinando ingentes cantidades de dinero -cerca del 15% del PBI hasta este momento- para asistir con subsidios a los más necesitados y auxiliar a las empresas para que no quiebren, no se va teniendo éxito ni en la contención de la pandemia, ni en la reactivación económica. El país quedará endeudado, sin ahorros, con más corrupción y con más inestabilidad política. Se está dejando el terreno servido para que un movimiento antisistema de facción de izquierda retardataria, pueda llegar a ser gobierno. Esto significará en un fracaso rotundo como país pues se dejará sin opciones de desarrollo a las próximas generaciones.
En el caso de Arequipa, siempre ha sido una región muy dinámica, crecía encima del promedio nacional. Redujo la pobreza monetaria hasta un valor de 8%, muy por debajo del promedio nacional que es 20.3%. Es inexplicable que su principal autoridad, no entienda la necesidad de unir esfuerzos con toda la sociedad arequipeña, para enfrentar con decisión e inteligencia a esta pandemia. Hoy Arequipa es una de las regiones más afectadas. Por si esto fuera poco, ha paralizado la construcción del proyecto Majes-Siguas II, al oponerse en la firma de la Adenda 13, cuya consecución puede traer ingentes ingresos para la región. Se calcula que puede generar unos 180,000 puestos de trabajo y agro exportaciones por un valor cercano a los mil millones de dólares. En cuanto a la minería, es inexplicable su férrea oposición al proyecto Tía María, solo por el capricho de decir que el proyecto no saldrá mientras dure su gestión. Se trata de un proyecto que puede generar unos 3,600 puestos de trabajo directo y 6,000 indirectos durante la etapa de construcción. En la etapa de producción, le añadiría a Arequipa un 14% a sus exportaciones y un 7% a su PBI, cifras más que auspiciadoras para su desarrollo. Ante tan sombría situación de Arequipa, sólo podemos afirmar categóricamente que la razón tiene que prevalecer en Arequipa.
“Arequipa, en los proyectos de inversión, la razón tiene que prevalecer ante la violencia y la fuerza”
Escribe: Ing. Rómulo Mucho
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